domingo, 6 de julio de 2008

La ciudad de los libro soñadores


Estos días de verano me ha dado por releer La ciudad de los libros soñadores de Walter Moers (2006, Maeva, EAN: 978-84-96231-91-7), cuya lectura fue una de las mejores experiencias que he tenido en los últimos tiempos. El motivo de la relectura ha sido sobre todo el entusiasmo con el que me habló una jovencísima clienta de la librería. Se lo había recomendado hacía unos meses, la madre se lo compró y ahora se lo está leyendo. Su pasión a la hora de hablarme del libro fue lo que me invitó a volver a sumergirme en el mundo de Zamonia y dejarme acompañar por Hildegunst von Mythenmetz en sus aventuras y cuitas por la ciudad de Bibliopolis; una ciudad donde sólo hay librerías de viejo y donde la literatura es algo más que una simple forma de vida.

Llegué al libro por casualidad, si es que las casualidades existen. Al trabajar en una librería pasan por mis manos decenas de libros al día y llega un punto en que el instinto que todo lector lleva de serie se especializa y sólo acaban llamando tu atención unos pocos libros muy escogidos y que sabes que no defraudaran. La ciudad de los libros soñadores no fue uno de esos libros escogidos. En un primer momento fue uno más que llegó en vísperas de un Sant Jordi. Lo saqué de la caja, lo dejé a un lado y no le di una oportunidad. Fue tiempo después, cuando la locura y la voragine de Sant Jordi empezaban a ser un recuerdo, que me detuve una mañana a ojear el libro. Y lo primero que vino a mis ojos fue un poema.

Madera negra, siempre cerrado,
Por una piedra descalabrado.
En mí reposan mil turbias lentes
y la cabeza ya ni la sientes.
De nada sirven filtros ni argucias:
Soy un armario de gafas sucias.

Inmediatamente después de leer estas palabras lo noté. Necesitaba ese libro. Y ese mismo día lo compré. ¿Y qué encontré en él? Aventuras, libros, humor, terror, dragones que quieren ser escritores, librillos, notas a pie de página, literatura, libreros malvados, pan de avispas, la hora de la madera, el Rey de la oscuridad, araññññas, diamantes del tamaño de árboles, cazadores de libros, libros peligrosos, catacumbas, el Orm, discusiones literarias, gagaismo zamónico y consejos para jóvenes escritores.

¡Nunca escribas una novela desde el punto de vista de un picaporte!
Mete sólo en una frase las palabras que quepan.
Si un punto es un muro, dos puntos es una puerta.
Las notas al pie son como los libros del estante más bajo. A nadie le gusta mirarlas, porque tienen que inclinarse.
Si una de tus frases te recuerda la trompa de un elefante que trata de recoger del suelo un cacahuete, piénsala mejor.
Robar a un escritor es un robo, robar a muchos es investigación.

Y la relectura funciona. La aventura continúa. Vuelven los nervios en los mismos momentos, y las risas y la emoción. Y la envidia por quien a escrito este libro; por el talento de unir la aventura, la pasión y los libros. Deberían haber más libros como éste.

Música para acompañar: una buena banda sonora de Alan Silvestri llena de acción, humor y fanfarria.

2 comentarios:

Teblanco dijo...

"La ciudad de los libros soñadores" espera impaciente en el huequito de la estantería de lectura pendiente. Espero tener el momento adecuado para sumergirme en él como se merece.

sfer dijo...

Im-per-di-ble