domingo, 24 de agosto de 2008

Impactos

Dejando a un lado los libros y la soltería, el cine ocupa gran parte de mi tiempo. No solo por el tiempo que paso dentro de una sala, sino por el tiempo que dedico a ver películas en casa y a pensar en el cine (ya sea por películas que acabo de ver, que recuerdo o que invento a partir de sucesos que me han pasado recientemente). Por una conversación un poco seria que surgió el jueves mientras cenaba con mi amigo Jordi (al que deseamos todos una pronta recuperación de su ordenador) se me ocurrió pensar cuáles eran los impactos cinematográficos más fuertes que he tenido en mi vida. Naturalmente, la primera imagen que me vino a la mente fue a Ava Gardner en Forajidos,

pero decidí centrar la lista a experiencias puramente cinematográficas dejando la lista del panteón de mis actrices míticas para otro momento.

Uno de los primeros recuerdos cinematográficos que tengo es King Kong, la horrible versión del clásico que se hizo a finales de los setenta. Supongo que vi algún reestreno que se haría en mi ciudad de la película, porque ésta se estreno en España en 1976 y yo nací al año siguiente. Sin embargo, sea como sea, sea recuerdo falso o verdadero, el impacto de Jessica Lange encima de la mano de Kong fue memorable. A los pocos días hicieron en televisión el King Kong clásico de 1933 con la maravillosa de Fay Wray. La grabé en una cinta de vídeo porque la hacían muy tarde y la vi al día siguiente. Y ese día tuve la revelación. Era lo más maravilloso que había visto en mi corta vida; lo mejor que había visto nunca.


En los días siguientes la vería una docena de veces. Podía reproducir diálogos enteros, conocía la película plano por plano y definitivamente me había convertido a la causa del cine. Siempre me enterneció el gorila y nunca entendí del todo porque lo mataban al final. Al cabo de unos días, misteriosamente la cinta se rompió. Siempre he sospechado que mis padres tuvieron algo que ver. King Kong fue importante porque me abrió el camino al cine, me hizo amarlo con todo lo que ello implica. Y me hizo un ferviente admirador de las película de monstruos, la serie B, las chicas en peligro, el cine fantástico y el cine comercial y de entretenimiento.

El segundo impacto se produjo varios años después. Fue la primera vez que vi Centauros del desierto del gran, gran, gran John Ford (The Searchers, 1956).

Posiblemente es la película más importante de mi vida. Cuando la vi por primera vez (y por segunda, tercera, cuarta, etc.) me di cuenta que estaba viendo algo más que una simple película: era una obra de arte. Algo que se podía comparar perfectamente con la Novena Sinfonía o la Capilla Sixtina. Estaba delante de una obra perfecta, infinita, redonda, donde se reconocen los ecos de Homero, donde se construye la épica y la mitología del western, donde los personajes son contradictorios, débiles, profundamente humanos. La película es compleja, llena de secretos y matices. Técnicamente es una preciosidad. Y John Wayne nunca estuvo tan odioso en su papel del tío Ethan, racista, intolerante, obsesivo, peligroso, pero a la vez tan adorable como cuando coge en sus brazos a su sobrina perdida, una jovencísima Natalie Wood, la mira a los ojos y comprende que pese a todo no puede volverla a perder. Nunca un personaje se ha redimido tanto a los ojos llorosos del espectador. Y ese plano final... Como en las grandes obras de arte, Centauros del desierto te deja en el alma la sensación de que dentro de sus fotogramas hay algo más, que siempre habrá algo más.

La tercera película es más personal. La época en que la vi fue una etapa muy extraña de mi vida. Ahorraré los detalles. Digamos que tenía mucho tiempo libre y me pasaba las horas en casa viendo películas que alquilaba del videoclub. Una de ellas fue Magnolia de Paul Thomas Anderson (1999). Fue una bofetada. Me encontré con una película que hablaba de mí, que me explicaba y que me mostraba tal como me sentía en aquellos días. Una película de tres horas que se me hicieron un suspiro, llena de personajes solitarios y abandonados que intentan comunicarse, intentan amar y hacerse amar, buscan ser dignos a los ojos de alguien, al final redimidos por un plaga biblíca. Nueve gritos de auxilio esperando que alguien, por favor, les salve de ellos mismos. Una película que me removió mucho, me golpeó y me hizo sentir triste y desesperanzado.


Pero ella sonríe al final de la película. Y eso fue lo que me salvó a mí.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vaya amigo, resulta que yo vi esta película (por llamarla de alguna manera) ayer mismo, y en mi recorrido por Internet para ver si alguien coincidía conmigo, me he encontrado con tu crítica, que literalmente me ha hecho estallar. Respeto tu opinión, desde luego, pero a continuación voy a expresar la mía sobre esta "obra maestra" que es Magnolia:

Bueno, esta película, mejor dicho, esta verdadera mierda de película, es el truño más infecto que he podido ver en toda mi vida. Juro que no recuerdo ninguna otra vez haberme aburrido, irritado y asqueado tanto a partes iguales. Al principio aún tiene "su gracia", más o menos, sobre todo cuando sale Tom Cruise haciendo de seductor, pero poco a poco se va empastelando, se hace progresivamente más cursi y soporífera, y ya hacia el final es un festival de momentos pretenciosos, absurdos, cursilones y seudoprofundos. Joder, cuando salen todos los personajes cantando esa puta mierda de canción (además, de una cantautora-sensible-indie, tócate LOS PUTOS COJONES), en plan: "ey, cuidao, esto es PROFUNDO Y EMOCIONANTE", pues, de verdad, dan ganas de pillar un avión e irse donde sea que viva ese puto Thomas Maricón no sé qué (porque además tiene un nombre compuesto, en plan "artista"), sobre todo cuando además, ves que la teoría de la "casualidad" que se explica al principio en realidad está pillada con pinzas para relacionar a los diferentes personajes, a cual más irritante: el puto viejo moribundo que no se acaba de morir nunca (el discurso que se pega de diez minutos sobre los remordimientos con su antigua mujer merece que alguien vaya allí y desconecte el pulmón artificial), el crío gilipollas que se rebela contra "esos malvados concursos donde se aprovechan de su infancia", la puta zorra cocainómana que... bueno, es eso, zorra y cocainómana... el policía idiota... todos ellos a cual más aborrecible, e incluso un personaje como el de Tom Cruise, que al principio pinta bien... acaba degenerando cuando le meten un puto trauma familiar tan poco creíble como el resto de los personajes.

Madre mía, si es que esta peli es un festival de lo que más detesto en la vida, tiene absolutamente todo lo que no me gusta, todo, y además en abundancia, durante TRES PUTAS HORAS Y DIEZ MINUTOS (sin compasión) que parecen cuatro siglos. Y al final, se supera a sí misma y se hace más nauseabunda aún si cabe: es en esos momentos en los que te cuelan sin ningún tipo de pudor o vergüenza frases como "lo difícil de verdad son los perdones"... o, especialmente ésta, en serio, que es de antología: "Tengo mucho amor para dar, pero ningún sitio para colocarlo"... y entonces llega un cambio de escena en plan: DIOS, MENUDA REFLEXIÓN SOBRE LA VIDA QUE ME HE MARCADO (aunque en realidad parece la letra de una canción de Julio Iglesias). Y es que lo sueltan así, sin avergonzarse para el resto de sus vidas... y bueno, lo de la lluvia de ranas ya no sé si tomármelo como una broma, o como una metáfora de cualquiera de las muchas estupideces que el cerebro de mosquito del director quiso plasmar, el caso es que cuando vi eso (escena que, por cierto, comparte con otra película de su misma categoría y calaña: Año Mariano), os juro que me dieron ganas de apretar el botón rojo y destruir el mundo, para que nada de eso perdurase en las futuras civilizaciones. Y ya no hablo de ese fenomenal momento que tanto le gustó al autor de este blog en el que la "puta zorra cocainómana" mira hacia la cámara y sonríe, y así acaba la peli, claro, "hay esperanza" y toda esa puta mierda llena de gusanos, mostrado de una manera tan absolutamente "sutil", "sensible" y "genial", de una manera inversamente proporcional a la dilatación del ojete del director... en fin, una vez acabada la película, pensé en que habían sido las tres horas peor invertidas de toda mi vida, sin ningún tipo de dudas se trata de la peor película que he visto jamás. Pero no contento con eso, he buscado críticas por Internet, incauto, para ver si la peña compartía mi visión de este engendro... y Dios, ahí ha llegado lo peor... la tratan de OBRA MAESTRA ABSOLUTA, de un filme "inteligente, delicado, sutil, lleno de ideas, poético" PUAAAAAGH he tenido que parar un momento para ir a vomitar. Incluso un lumbreras ha escrito: "Es una película que dura escasas tres horas. Y digo escasas porque cuando acaba, dan ganas de seguir contemplado la vida de sus personajes durante muchas más horas".

Diossssss perdona todo esto que no viene a cuento pero es que la indignación me sale por las orejas.