martes, 12 de enero de 2010

Se fue Rohmer, 1920-2010

Esta mañana he salido como de costumbre a las doce de la librería para irme a tomar un cortado de urgencia ya que es la hora crítica en que empiezo a marearme, me entra un ataque de sueño y la única forma de evitarlo es el aire en la cara y una dosis de cafeína. Por casualidad he ojeado el periódico y me he encontrado con la noticia de la muerte de Eric Rohmer, director de cine.


No puedo decir que haya sido una sorpresa porque conocía su muy avanzada edad, pero me he sentido un poco triste por lo que supuso su cine en mi educación cinéfila ya que fue el primer acercamiento que tuve al cine francés.

(-Mentiroso.
- ¿Qué quieres decir?
- Que mientes para dártelas de interesante.
- No es mentira.
- Tu primer acercamiento al cine frances no fue Eirc Rohmer ni ninguno de la Nouvelle Vague. Ya sabemos todos quién fue el primer actor francés que te conquistó.
-¿Jean Marais?
- Por favor... Confiésalo.
- Ok. Louis de Funes. ¿Y qué pasa?
- Nada, era divertido.
- Muy divertido.
- Pero fue el que te descubrió que en Francia también hacían cine.
- Es verdad.
- Eso es lo que quería oir. Sigue tu historia.
- Con tu permiso.)

Fue una noche de mis postadolescencia en que me quedé hasta muy tarde viendo la tela y en La2 empezó una película llamada Cuento de primavera en la que aparecían hermosas muchachas (algo que después descubrí que siempre estaba en el cine de Rohmer) y muchas, muchas, muchas palabras. En noches sucesivas hicieron dos estaciones más, El rayo verde, La coleccionista y Pauline en la playa. Fui al cine a ver Cuento de verano y Les Rendez-vous de Paris. Lei sobre Rohmer y repetí el visionado de alguna de sus películas. Luego, le perdí la pista. Empecé con los juegos de Jacques Rivette y la socarronería de Chabrol.

No sé por qué no seguí con el cine de Rohmer. Me gustaba. No, me gusta. Me gusta la desorientación de sus personajes, el erotismo, sus saludables cuentos morales, su respto al personaje, las playas, la naturalidad de los gestos y la mirada, la falsa apariencia de espontaneidad de la cámara, tantas palabras a las que cuesta seguir el ritmo. Y Amanda Langlet, claro; una de esas muchachas que deseas tener como amiga que se acaba conviertiendo en algo más.


Así que otro director de cine nos ha dejado. Como siempre nos quedan sus películas, los ensayos, las entrevistas y las entradas superficiales que se pueden encontrar en los blogs (sirva éste de ejemplo). Os dejo con una escena de Cuento de verano. No es de sus mejores películas, no es una escena especialmente resaltable, pero tiene un binomio al que no me puedo resistir: chica guapa + canción marinera.


1 comentario:

littleEmily dijo...

Deberías probar con La inglesa y el duque.