miércoles, 26 de diciembre de 2012

Cosas de estas fechas

Se come mucho aunque no se quiera comer mucho. Y comer de aperitivo y pica pica me pone nervioso.

Mucha tranquilidad en la librería. Atrás quedan las jornadas de estrés y rapidez. Las ventas han bajado mucho y uno no deja de preguntarse para qué tanto libro. Muchos libros, muchas editoriales, poco público lector. Reinventarse y reimaginarse.

Aprovechando que no teníamos a los niños ayer fuímos A. y yo a ver Los miserables, la adaptación del famoso musical de Broadway. A A. le gustó mucho, a mí me gustó con la boca pequeña y con muchas, muchísimas salvedades. Porque no me gustan las películas fabricadas para llorar y que la forma de narrar la historia la conduzca a que saquemos el pañuelo. Porque es excesiva, grandilocuente, abigarrada, exagerada sin venir a cuento. Porque pasa de la descripción psicológica de los personajes y los acartona (y ese romance entre Marius y Cosette reducido a nada...). Porque pasa del contexto histórico y solo queda unos jóvenes, unos soldados y unos pobres detrás de una rejas. Porque tiene un vacío narrativo de cuarenta minutos que se podían ahorrar. A favor, la entrega de sus actores sobre todo Anne Hathaway, aunque Crowe sea un error de casting bastante grandioso. Lo guapa que es Samantha Barks, lo bueno que es Sacha Baron Cohen. Y la música es emocionante, aunque en ocasiones esta emoción no sea producto de una construcción algo deshonesta.

Hay un escritor en huelga de hambre. Y lo hace para protestar por las arbitrariedades de este gobierno y el anterior y el otro. Por la injusticia de unas decisiones. Porque alguien debe ser el primero en hacer algo.

lunes, 24 de diciembre de 2012

A todos...


... feliz Vigilia de los Puercos. Sed buenos y que Papá Puerco os inunde de embutidos y deseos.

"- Me estás diciendo que los humanos necesitan... fantasías para hacer la vida soportable, ¿no?
- ¿DE VERÁS? ¿CÓMO SI FUERA UNA ESPECIA DE PÍLDORA ROSA? NO. LOS HUMANOS NECESITAN LA FANTASÍA PARA SER HUMANOS. PARA SER EL PUNTO DONDE EL ÁNGEL QUE CAE SE ENCUENTRA CON EL SIMIO QUE SE ALZA.
- ¿Hadas de los dientes? ¿Papá Puerco? ¿Pequeñas...?
- SÍ. A MODO DE PRÁCTICA. HAY QUE EMPEZAR APRENDIENDO A CREER EN LAS MENTIRAS PEQUEÑAS-
- ¿Para que podamos creer en las grandes?
- SÍ. LA JUSTICIA. LA COMPASIÓN. EL DEBER. ESAS COSAS."

Papá Puerco, Terry Pratchett.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Viendo el Hobbit

Ayer fue a ver El Hobbit. Me gustó. Era todo lo que esperaba de la película, entiéndase
- Monstruos.
- Hostias.
- Bichos escalando por paredes.
- Más monstruos.
- Un Howard Shore ido de la olla y sin medicación.
- Galadriel con un vestido que le quedaba como un guante.
- Gandalf escaqueándose.
- Muchos más monstruos.

Y ruido. Mucho ruido. Orcos gruñendo, personajes principales gritando "¡Noooooo!" a cámara, lobos huargos arriba y abajo, chillidos de águilas, coros de bajos sondeando las profundidades de la voz humana y sopranos desquiciadas punteando las escenas de acción. Y a los dos tipos de delante que cada dos por tres se levantaban a por palomitas, bebidas o chucherías dejando al pobre Thorin Escudo de Roble con la palabra en la boca, o las señoras de la fila de atrás que llegaron tarde y comentaban cosas como
Suena música.
Qué bonito vestido.
Ay, señor, qué feo que es ese chico.
Se parece a mi nieto el grande.
o los tipos que se dedicaban a twitear que estaban en el cine viendo una película.

Y luz. Del flexo que lleva por bastón Gandalf y la luz del sol y la mortecina luz de las cuevas y la noche cerrada y los gigantes y esa cortina de terciopelo que no hay dios que cierre y que deja entrar en la sala toda la luz del vestíbulo. Porque nadie la cierra. Se van al lavabo y abren la cortina y brochazo de luz a la sala y el terciopelo se queda alejado de su otra mitad. Y mean o se quieren delante del espejo y no, claro, no cierran la cortina sino que la abre más, total, estamos en el cine que es como el segundo salón de mi casa. Joder, tío, que no estás solo y no estás en tu casa. Que si en la calidez de tu hogar quieres tener las puertas abiertas, las luces encendidas, el microondas dando vueltas. hablar con tus colegas de si puedes chuparte el codo y a tu perro chupándote las pelotas, pues vale, cojonudo, pero, hostias, que estás en un cine rodeado de gente que ha pagado sus dineros para ver con tranquilidad y a oscuras una película de monstruos y espadas y peleas.

Seré un maniático, pero el cine me gusta con el sonido fuerte, la sala a oscuras y en silencio. Y, claro, película sí, película también me acabo levantando para ir a cerrar la cortina y enfrentarme a las hordas de abuelas a las que les encanta comentar toda la vajilla que aparece en la película.

jueves, 20 de diciembre de 2012

Por si mañana se acaba el mundo...

... deciros que ha sido un placer, en serio. Estar tantos años escribiendo tonterías y que al otro lado de la pantalla hubiera alguien que las leyera y se riera, o que pensara menudo imbécil, o que llegara aquí buscando una horrible fotografía y la encontrara, a todos, muchas gracias. Cuando faltan unos minutos para que

- empiecen caer meteoritos del cielo y muramos todos con las carnes requemadas, chillando de dolor y oliendo a pelo quemado.
- se levanten los muertos y me tengáis que dar todos la razón y jodeos jodeos jodeos.
- las máquinas se rebelen y quieran matarnos, los cajeros no den dinero, los aparatos de reproducción solo emitan conciertos de David Bisbal y los vibradores conviertan el placer, en culpa.
- se abra la tierra y hordas de mayas que han estado esperando el momento perfecto para la venganza aparezcan por nuestras calles cabalgando... otros mayas.
- los políticos de todas las fuerzas se arranquen la cara y descubran su verdadera identidad: extraterrestres con ansias de poder y fascinación por Benidorm y nos explique que todo no ha sido más que una conspiración para atontarnos.
- sea de obligado cumplimiento hablar en el cine y en los conciertos de jazz.
- Lovecraft no escribía ficción sino que lo suyo eran advertencias.
- otros.

pienso en lo que ha sido mi vida y, oye, pues para quien la ha vivido no ha estado tan mal. Vale que han habido malos momentos, pero veo dónde estoy ahora y, oye, pues mola. Tengo a A. en mi vida que es la más mejor mujer y me quiere por quien soy y está muy buena y le gusta la fantasía y los dragones y hace dibujitos. Y los nenes y la familia más cercana porque hay otra que vamos vamos y un trabajo que me gusta y realiza pese a todo y grandes, aunque cansinos amigos y la partida de los lunes y los blogs con los que he conocido gente muy maja por todo el mundo a los que aprecio y considero tan cercanos como para dejar que me inviten a cenar y los gatos y he leído siempre lo que me ha salido de la punta del pijo y escribo para hace feliz a la gente y para que se rían y creo que más o menos lo voy consiguiendo y...

Vamos, que guay. Y si ahora pasa algo de lo de más arriba, pues adelante porque ha sido una buena vida.

- Cursi.
- Ya te digo. Un noño.
- Atontolinao que está el muchacho.

Eso sí, si mañana el mundo no se ha acabado, pues esta entrada no ha existido y sois todos unos gilipollas, ¿queda claro?

Y aquí mi contribución a la paranoia del fin del mundo...


¿Quién dijo que el cine francés es aburrido?

miércoles, 12 de diciembre de 2012

martes, 11 de diciembre de 2012

"El diablo a todas horas" de Donald Ray Pollock

Una de mis últimas lecturas. Y sigue rondando.

El diablo a todas horas, Donald Ray Pollock, Libros del silencio, 2012

Hace cosa de algo más de un año y medio, escribí cuatro líneas sobre un libro de cuentos que me pareció lo mejor que había leído hasta ese momento y del que decía que con seguridad sería lo mejor que habría leído en lo que quedaba de año. Me estaba refiriendo a Knockemstiff de Donald Ray Pollock y, efectivamente, fue el mejor libro leído en el 2011 con mucha diferencia. Una obra dura, cruda e irónico y el pensamiento insistente dentro de mi cabeza que me iba machando, estás leyendo algo grande.

Se acaba el 2012 y llega a las librerías el nuevo libro de Donald Ray Pollock y su primera novela. Volvemos a la esa maldita hondonada de Knockemstiff de la que es imposible salir y volvemos con una historia cruda, dura, violenta, sucia, oscura, malsana, irónica y... tierna. Personajes que buscan la salvación, la felicidad y salir del sucio agujero donde viven, pero siempre lastrados por su propia incapacidad. Pero, veamos, que nadie se lleve a engaños. Aquí no hay estudiantes de bellas artes con problemas morales. Aquí hay psicópatas con ínfulas artísticas, camareras degradadas que conservan algo de una patética inocencia, polis corruptos, falsos predicadores, veteranos de una guerra que erigen un altar de sangre en mitad de un bosque, sueños destrozados, muertos, sangre y una catálogo de barbaridades que incomoda.

Y sí, vuelven las sombras de Caldwell, de O'Connor, de Faulkner, y se añaden Cain y Thompson, pero siempre conservando una voz personal y un estílo preciso y ajustado. Porque si Donald Ray Pollock no fuera un gran escritor, este libro no se aguantaría. No hay melodrama ni hay tremendismo pese a lo que cuenta y lo fácil que resultaría con tanta sangre, violencia y degradación.  No se recrea, lo retrata... y lo hace así porque para los personajes esta violencia es su día a día, su cotidianidad...

Una gran novela, una gran lectura... de las que sacuden por dentro y resultan hipnóticas y fascinantes por lo que cuenta y, sobre todo, por como lo cuentan. Una técnica narrativa que despierta una terrible envidia.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Vómitos nocturnos

Ayer, a eso de las dos de la mañana, me empezó un fuerte retortijón de barriga que me despertó y me hizo estar tres horas sin dormir, en posición fetal y cagándome en todo. Parece ser que la comida (un puchero estupendo) o la cena (un poco de pasta) se me puso mal y toda la noche fue un continuo quejarse en silencio y vomitar entre ruidos, toses, efluvios, mocosidades y tropezones. Hasta doce veces tuve que ir corriendo al lavabo con los consiguientes sustos de A. (aunque a partir del cuarto se convirtió en costumbre) y el desconcierto de Zarpa, ya que para el gato cada vez que me levanto significa que ha llegado la hora del desayuno. Sigilo es más calmada y hasta que no oye los crujidos de la bolsa de galletas no se levanta de dónde esté.


Soy consciente de que el relato de mis vomitonas no resultan ni interesantes ni apasionantes, pero hoy me apetecía. Y en concreto de la séptima vez que vomité. El estómago dolía, pero menos... parecía que la tormenta gástrica estaba amainando y que estábamos arribando a la Isla de la Tortuga con su violencia y sus fulanas. Estaba en un duermevela con punto de fiebre vagando por casa cuando una idea que vista a la luz del día es una profunda estupidez, cruza mi extenuada cabeza. Pos si me tomo un poco de sal de frutas, seguro que se me asienta el estómago.

Sí, lo sé. Pero en mi defensa diré que estaba hecho un asco, sin dormir, con dolor de barriga y cada vez que cerraba los ojos solo veía imágenes del juego Final Fantasy X. Así que voy a la cocina seguido por Zarpa (iluso él, todavía pensaba que caería algo de comer) y me preparo un vaso de sal de frutas y me lo tomo y voy al baño. Abro la taza del váter, me bajo los pantalones, me siento y un enorme eructo emerge de mi interior... Pero no vino solo y lo que quedaba en el estómago de comida y/o cena salió también en un enorme arco de vómito que baño suelo, pantalones y cuero. Así que en un momento me vi sentado en la taza del váter con los pantalones bajados cubierto de mi propio vómito rezando porque A. no se levantara de la cama y me encontrara así. El único testigo era Zarpa que me miraba desde la puerta sin entender tanto jaleo por un vómito. Cuando lo hace él lo deja en el sitio donde cae y al poco desaparece. No hay que exagerar tanto.

¿Y si muero ahora?, pensé. ¿Y si de repente me da un colapso, se me cae parte del techo encima, una bala perdida o entra un zombi? Así es como me encontrará A. Medio en pelotas y vomitado. Así es como los servicios de urgencia recogerán mi cadáver y lo comentarán luego tomando un asqueroso café de máquina. Así es como me acabarán recordando los amigos y conocidos. ¿Cómo fue? Pues estaba vomitado y con los pantalones bajados sentado a la taza de váter y Zarpa le iba comiendo los dedos y no llevaba las gafas puesta y tenía esos ojos tontos que se le ponían cuando no veía bien... muy poco digno todo, pero, claro, ¿qué se podía esperar uno de Jorge?

Así que tirando de flaquezas agotadas y orgullo mal entendido, me levanté y me dije que ni por esas me iba a morir y darle ese gusto a tanto buitre. Papel de periódico, fregona, ducha rápida, ropa sucia, buscar el batín y para la cama.

Vomitado, pero digno.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Parte de un sueño

Hoy, entre otras cosas, he soñado que me subía a un tren huyendo de una fiesta de cumpleaños infantil. Allí conocía a un señor muy simpático que me invitaba a pasar una temporada en su pueblo  con sus siete esposas mulatas donde lo pasaría la mar de bien. Como era un sueño, mi calle estaba ocupada por un fiesta a Niño Lobo que A. había montado a lo más bestia imposible y no tenía mucho que hacer, pues digo que sí, que vale. El señor se pone contento y bajamos del tren en un precioso pueblo costero donde las siete hermosas esposas del señor y su progenie nos dan la bienvenida con un fastuosos número musical  Todo bien hasta que me fijo que todos los niños tienen la cara de...

Onírico special guest star.

Walter Matthau.

Que, veamos, es un actor que me gusta y con el que simpatizo y que en En bandeja de plata admiro en toda su canallesca grandeza, pero no deja de resultar inquietante que una docena de mocosos te miren con esa nariz, esas orejas y esos mofletes pidiendo jugar contigo.

¿Significará algo el sueño? No lo sé. Que hoy hay fiesta infantil en casa y que los gatos y yo andamos algo acojonados, pues es cierto. Por lo menos yo tengo la salida del trabajo, ellos a esconderse de una quincena infantes con sobredosis de azúcar.

domingo, 2 de diciembre de 2012

Portadas

Posiblemente, el mejor libro de bromas jamas escrito, publicado o pensado.
¡Si hasta incluye sangre falsa!

jueves, 29 de noviembre de 2012

Sobre las acuarelas de Hitler

Hace unos días estuvo mi buen, pero cansino amigo Jordi cenando en casa. Entre otras cosas, hablamos del apareamiento bimestral de la cebra canadiense, de Gervase Fen, de las elecciones en Catalunya (un rollo) y que si quién era más imbécil, si él o yo (él, claro).  No recuerdo el camino, pero acabamos hablando de unos de nuestros temas fetiche: los viajes en el tiempo. Que si para adelante, que si para atrás, que si Roma y sus gladiadores y su suciedad  que si Nueva Orleans y el jazz y las señoritas de vida alegre, que si esto, que si aquello.


Jordi es de explorar el pasado. A mí la verdad es que el pasado me da bastante igual y el futuro me la pela bastante. Lo que me interesa de la posibilidad cada vez más real de viajar en el tiempo es la manipulación y la posibilidad. Ejemplo, ir a Constantinopla y cerrar aquella puerta y ver qué pasa. Provocar la victoria de Napoleón en Waterloo y ver qué implicaciones tendría para la historia de Europa (entre ellas que ABBA no ganaría con su canción en Eurovisión) o decirle a un joven Miles Davis que lo suyo no es la música y decirle que se dedique a vender aspiradoras y que te haga caso.


O conseguir que a Hitler le hubieran aceptado en la escuela de bellas artes en vez de verse rechazado y soltar entre dientes a las puertas de la academia, sus vais a enterar, ahora sabréis quién soy yo. Quién sabe lo que hubiera pasado en ese caso... Cabe la posibilidad que en la actualidad el nombre de Hitler estuviera en boca de todos como uno de los grandes genios pictóricos de la época de entreguerras (si es que llegase a existir eso de la época de entreguerras). Hitler llenaría los libros de historia del arte, alabaríamos su técnica, su destreza con el pincel, la grandeza de su visión del ser humano, en las casas tendríamos litografías de sus cuadros y las casas de subastas se sacarían los ojos por conseguir aquella servilleta donde garabateó un pene cuando estaba aburrido en un restaurante. Y sería habitual las frases de "es un Hitler", "es el heredero natural de Hitler" o "tiene la misma técnica que Hitler para tratar los espacios cerrados".

O no, o entre en la escuela, ve que lo suyo no es el pincel, conoce a una chica, se enamora y decide recorrer Europa caminando con un espectáculo de mimo callejero. O se convierte en un gris profesor de anatomía y aquí no ha pasado nada. O todo sucede igual, pero con un par de años de retraso. Nadie lo sabrá jamás. Y si alguien lo sabe que hable... ahora.

Y, la verdad, es una pena y es por eso que pido una máquina del tiempo, ¡ya! Y que además permita las manipulaciones en otras dimensiones y las grabe en vídeo para verlas cómodamente desde casa.


jueves, 22 de noviembre de 2012

Sobre ese nuevo archienemigo



Cada cierto tiempo me aparece un nuevo archienemigo. Los cables siempre están. Fue ese teléfono móvil al que no sabía cómo quitar la alarma y sonaba los domingos a las siete y media rompiendo el sueño. Fue el autobús dirección Igualada que salía de Barcelona que olía raro. Fueron aquellos rotrings que en clase de dibujo siempre dejaban mancha. Todos ellos me acabaron venciendo, pero siempre presenté batalla. Pero desde hace unas semanas ha aparecido en mi vida el archienemigo de los archienemigos contra el que parece que no puedo luchar y al que no puedo vencer. ¿Quién?

El equipo de música del trabajo.

Parecido a éste, pero diferente.

¿Y por qué? Bueno, para explicar esta dramática lucha tenemos que remontarnos a unos años atrás. Érase una vez una librería que decidió tirar una pared y crecer. Así se hizo y empezaron a aparecer extrañas personas con exóticos nombres como paleta, electricista o yesero. Tira pared, rompe baldosa, abre saco de cemento. Total, que durante demasiadas semanas nuestro querido espacio de trabajo se vio inundado por cantidades ingentes de polvo. Recuerdo que en mi inocencia comenté que deberías quitar el equipo de música para evitar que se estropeara. Nadie me hizo caso, claro. Y el equipo de música fue llenándose de polvo, cargándose y mutando. Porque una vez que acabaron las obras, el equipo que tantas horas de música, tertulias y entretenimiento no volvió a ser el mismo. Donde antes había minutos de rádio, solo estática (un paleta listo pensó que la mejor forma de quitar la antena no era deserrollándola, sino cortando con tijera). Donde antes había música y la lectura de cualquier cd, ahora solo lee... no sé si puedo... discos con canciones del verano.

Solo lee un cd. Dura 26 minutos. Tiene canciones del verano de distintos años. Soy candela, soy una llamaraaaaaaaaa durante horas y horas, días y días. Pones un cd que contenga, no sé, Lou Reed y Johnny Cash y Tom Waits y algo de música francesa (la que tiene ritmo, no la otra) y The Divine Comedy y Seu Jorge y The Delgados y etc., y no lo lee. Más que eso. No lo lee y encima lo raya. Por sus santos huevos. No importa si son grabados o originales. Cualquier disco que pones, no suena y sale rayado. Menos la puta llamarada de los cojones que se llega a oír nueve veces en una mañana. Esa y la canción de la mujer mala que se fue en un día de lluvia, condenada, y dejó al grupo de voces masculinas hecho unos zorros y con un resentimiento encima para cagarse... Una vez y otra y otra y otra y otra y otra... Y si a todo esto le añades pasarse toda una mañana en el almacén entrando novedades del grupo Planeta, pues no es sorprendente que este librero majo y buena persona acabe a días como acabe.


Ya sé que habrá alguno que diga que esto se arregla sustituyendo el equipo de música por otro, pero como todo archienemigo es eterno, inmutable y siempre está allí; jodiendo discos y dejando que suenen durante cuarenta horas semanales los mejores éxitos del verano en pleno invierno.

Hay días que odio la música.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Lecturas

Tranquilo, muchos hemos puesto exactamente esa cara.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Postcumpleaños

Vienen y arreglan la nevera, pero se olvidan de decir que durante un par de días el electrodoméstico se tiene que poner a tono y mejor no llenarla. Como no lo sabemos, la llenamos y resulta que el congelador enfría, pero la nevera, no. ¿Resultado? Pues que hay comida que empieza a echarse a perder y nos ennerviosamos y macago en todo lo que se menea. Llama al técnico de nuevo, pero no, que es viernes por la tarde y hasta el lunes nada. Así que paseando un coraje y unas ganas de perder el respeto por casa. Pero esto se queda en nada cuando...

Al despertar, se encuentra uno con una caja y dentro de ella, un huevo de dragón.

Con sus guardianes, claro.

Las tan ansiadas pezoneras de stripper venida a menos.

No son buenos tiempos para ser un guardián espacial

Y libros fantásticos, juveniles, amorosos, pa listos y pratchianos.

 Unos por cumpleaños, otros por coincidencia temporal. Pero todos cuentan.

Además de felicitaciones y tener a mi lado a la más mejor mujer del mundo que hace gorras y dibujitos y pese a todo sigue con la cabeza alta, las alas desplegadas luchando por hacer lo que sueña hacer con su vida. No hubo en todo el día de ayer ningún cliente imbécil en la tienda (vale que no saliera del almacén y no me enfrentara a la realidad) y no hizo frío y los gatos estaban mu graciosos (sí, estoy enamorado de ellos, ¿qué pasa?). 

Y para acabar el día, recibo la noticia de que mi mejor amiga tuvo a su Alejandra el día diez y que tanto madre como pequeña están hermosas, sanas y felices. Y consigo hablar hablar con Aurora después de tres años y pico de no vernos y dos años sin oír la voz del otro. Cosas de tener un océano en medio. Pardiez, cómo añoro La Habana.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Estos días...

... han sido un poco complicados y la habitual intermitencia de esta bitácora se ha visto algo alterada. Hago un resumen así deprisa deprisa escuchando The Delgados.

Se rompe la nevera. Ahora enfría, ahora no. ¿Por qué? Quemada. Como el ambiente del país.
- ¿Qué país?
No pienso entrar en eso.
Total, que la nevera se va a tomar por culo. Y claro, venga a cocinar todo lo que había en ella para que no se estropeara, pero drama. No he recordado el helado de vainilla que A. hizo y que acaba languideciendo sin que nadie se lo coma. ¿Cómo he podido olvidarlo? A veces pienso que mis detractores tiene razón.
Jordi, cállate.
Viene el técnico. Hola hola qué tal madre mía hay que pedir una pieza no sé lo que cuesta ciento y pico largos mañana a lo mejor sí bueno contad con ella y si no pues ya llamo y quedamos para otro día venga hasta luego. Y viene con un compañero que no habla y arregla la nevera bajo la supervisión de A. porque yo he ido a buscar a los niños al cole. Es curioso, lo que llego a odiar los colegios y sus niños y sus gritos y sus grupos de padres conspirando en la puerta y ahora casi cada día llevo a Niño Lobo y Niña Zombi. Claro que me abandonan a la puerta del colegio y yo puedo huir.


He ido a ver la última película de James Bond. Skyfall si no recuerdo mal. Algunas consideraciones.

- Me gustan las películas de James Bond. Son absurdas, increíbles, llenas de explosiones y chicas guapas. Mis favoritas siguen siendo Desde Rusia con amor (impagable esa pelea de las dos muchachas por el bueno de James y esa actitud de él tengo para todas, nenas) y Goldfinger (¡un ejército de buenorras y un chino con sombrero asesino!).
- Esta me ha gustado. Tiene una primera parte a lo exótico bien conseguida (la espectacular y muy gratuita escena inicial (ojo, lo de gratuita no es una crítica) y la escena en el rascacielos) y una segunda parte muy serie B cutre que me recuerda aquellas películas de los setenta llenas de cabrones campestres.
- Y en contra de lo que parece ser la opinión general, Javier Bardem me ha parecido ridículo y uno de los peores villanos que han aparecido en una película de Bond. De acuerdo que partimos de la base de que es un actor que no me gusta, pero en Skyfall roza un límite nuevo. No podíamos aguantar las carcajadas cada vez que salía en pantalla. Y menudo final...
- Es bonito ver como estas tres películas con Daniel Craig cierran un círculo que conectan directamente con el Dr. No protagonizado por Sean Connery.
- Pero que digna que es Judi Dench.


Época de calma chicha en la librería. Hay trabajo, pero no hay trabajo. Entran libros en cajas como novedades, salen libros en cajas como devoluciones, entra pocas personas a por libros. Algunas buscan revistas, no vendemos. Otras, puzzles. No vendemos. O fotocopias. No hacemos. Se vende poco y lo poco que se vende suele ser el maldito señor Grey y poca cosa más. Vamos arrastrándonos hasta que llegue la época de navidad que se presenta, como mínimo, extraña. Veremos qué pasa.

Hoy es mi cumpleaños.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Portada

Esto no pasa, siento desilusionaros.
Y alguna apuesta sobre el título del libro que el mocetón no leerá.
Gracias al insigne Dr. Insermini por proporcionarme esta maravilla.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

martes, 6 de noviembre de 2012

Elina Duni...

... como clavarse un tenedor en el corazón.

Gracias a Carlos, lo que hace este tipo por mi cultura musical no tiene precio
(así que no le pongas ninguno, Carlos).

domingo, 4 de noviembre de 2012

Días de paranoia

Por tres motivos.

1. El señor que dijo "sus vais a enterar" por un quítame de ahí ese libro. Nos quedamos todos con el culillo apretado para evitar que la cacá nos llegará a los tobillos. Es que el señor era así como alto y con mala leche y gritaba y no tenía sentido del humor y su hijo nos miraba con cara de este tipo es mi padre y pega a los profes que me castigan por quemar el pelo a mis compañeros.


2. Tacones en el techo.

Enresulta que encima de la librería había un centro de ordenadores, pero la crisis y cosas de esas que se han inventado los bancos pues hizo que el centro se redujera y se invirtiese el espacio en la creación de dos pisos. Meses de obras después, esta semana se ha estrenado el inquilino en nuevo hogar de alquiler. Y quien vive arriba pues es de ponerse los tacones a las nueve de la mañana y pasarse el día haciendo kilómetros arriba y abajo de su vivienda. Y toc-toc-toc, y toc-toc-toc, arriba y abajo, abajo y arriba. Y los de la tienda nos vamos emparanoiando porque oímos pasos y creemos que ha entrado alguien en la tienda y salimos huyendo en direcciones distintas para no atender, pero no hay nadie y perdemos diez minutos que podríamos dedicar a perfeccionar nuestras imitaciones escondidos en la sección de poesía (es que nunca va nadie...).

¿Por qué en la comodidad del hogar, la incomodidad de los tacones? Se barajan varias teorías. Entrenamiento para la tradicional carrera en tacones, penitencia por pecados en anteriores vidas, es una madame matutina, exploración de la sexualidad, pone cachondón pasar la aspiradora en taconazos o ir a mear, rodaje de película porno donde te lo quitas tú, menos los zapatos, etc. Sea como sea, el taconeo crispa mucho.



3. El extraño caso del argentino alto.

Entra una muchacha sofocada explicándonos que la han timado. Trabaja en una papelería. Ha entrado un argentino alto (identificado por el acento y la altura) para comprar unos bolígrafos y ha empezado con el dame eso, mejor no, ponme eso de ahí, te pago de aquí, no de allí, espera... Total, un clásico que le ha valido a la muchacha un billete de los gordos menos y muchos nervios. Como el tipo ha preguntado si había cerca alguna librería, pues temiendo que fuéramos las siguientes víctimas nos ha venido a avisar.

Le hemos dado las gracias por el aviso y nos hemos puesto en guardia. Argentino alto que entre, patada en la boca y luego preguntar qué busca. ¿Qué es injusto con la población masculina alta argentina? Seguro. Además, ¿qué es algo y qué es bajo? La muchacha en cuestión era bajita así que cualquiera que pase del metro setenta es alguien alto. ¿O era alto en el sentido de alto, joder qué alto, hasta me da cosa mirarlo? ¿Y cómo sabemos que era argentino? A lo mejor solo estaba imitando el acento... todo el mundo cree que puede imitar el acento argentino, solo hay que alargaaar un poco las vocaaales y decir vooos y sabeees y Evita, mate y Maradona. Porque, claro, quién nos dice siquiera que era un argentino alto. A lo mejor era un chino bajito maestro del disfraz. A lo mejor la muchacha es su cómplice y nos dice que vendrá un argentino alto y nos ponemos nosotros así, mira para allí, mira para allá, ¡un argentino alto a hostias con él! cuando en verdad el culpable es un chino bajito con cara de hurón y ya la tenemos liada y timados. Si es que es un hombre, claro, que a lo mejor es una mujer que ni es alta ni argentina ni china ni nada y ni siquiera existe o es una muñeca de esas que dicen mamá, mamá y disparan napalm por la nariz. Si es que no te puedes fiar de nadie. Claro que también podría haber un topo...


Sí, nos aburrimos mucho.

lunes, 22 de octubre de 2012

Carrera popular

Ayer en Igualada hubo una carrera popular. Para los que no sepan qué es lo explicaré de forma sencilla: gente que corre porque sí y gratis por la ciudad durante indeterminados kilómetros cansándose y lo que es peor, aguantando a niños cansados. Además, sabiendo que no ganarán nada más que esa cosa que llaman "satisfacción por haber participado".

La foto es del 2009, pero tampoco cambia tanto la cosa.

Como ya podéis imaginar, no he participado. Niño Lobo sí. Ha ido con su señor padre a sudar un poco la camiseta rodeados de gente que también sudaba la camiseta. A. y Niña Zombi para el teatro con una amiga de la pequeña para ejercer de grupis de La tresca i la verdesca, grupo de música familiar que entiende que la música para niños es algo más que diminutivos y baladitas moviendo la cabeza.


Y yo me quedé en casa... recordando ese día que me hicieron correr.

Como ya podéis imaginar, no soy mucho de correr. La verdad es que hace años que no corro. Ya sé que se ha puesto de moda y que es de lo último de lo último y muy sano y bla bla bla, pero algo que se inventó para que el ser humano huyera de los animales salvajes, o sea casi como último recurso, pues muy bueno no puede ser. Tengo amigos que corren, y son buenas personas, pero siempre están que si me he hecho daño aquí, o allí, o más allá o si no corro como que no soy persona. Y yo me los miro así como con suficiencia y pienso, anda anda que pudiendo andar para que correr.

Y ayer en Igualada, cursa popular. Nunca he participado en una. Al hecho de no correr se suma que tampoco soy mucho de ser voluntario ni de actividades sociales. Pero, miento, sí que participé en una. Obligado, claro. Fue en el colegio. Un día el profesor de gimnasia (¿o era profesora? No me acuerdo, todos se parecían) apareció en el patio con sus andares fascistoides. Nos hizo poner en fila y nos soltó un discurso sobre el orgullo de ir a nuestro colegio, sobre la posibilidad de competir con otros, sobre el sabor dulce a miel rebosando por los pechos de una diosa de la victoria y el amargo sabor a bilis y mierda uno que inundarían nuestros labios infantiles si llegábamos a conocer la derrota. El sábado por la mañana sería un día de gloria que recordaría la historia escolar y permanecería en la memoria de las generaciones futuras. Un día que cantarían los bardos y llevarían pueblo por pueblo junto con las últimas noticias. Una competición de carreras entre las tres escuelas del pueblo. Vamos, algo mágico y grande.


Ese día estaba fluido y convincente. Compañeros de clase dejaron de pegarme para escucharle y las niñas dejaron de reírse para beber de sus palabras. El espíritu de una hipotética victoria corriendo empezó a verterse por mis compañeros de clase. ¿Por todos? No, porque un irreductible grupo de vagos algo gordos resistirían ahora y por siempre cualquier esfuerzo físico. Su pensamiento era, "a correr irá tu padre".

Y el profe de gimnasia, moviendo su bigote arriba y abajo (en serio, ¿profesor o profesora?) nos sonrió a los gordos y vagos y dijo las únicas palabras que nos podían convencer:

- Es obligatorio. Si no venís suspendéis la asignatura.

Joputa.

Así que un sábado por la mañana recién amanecido ya veías a todos los niños de la clase emocionados y contentos por participar en una carrera. Y también veías a un pequeño grupo cagándose en todo lo que se menea, pasando frío y viendo que esto iba para muuuuuuy largo. Porque nos hicieron ir a las ocho de la mañana para correr a las once. Temprano para que el espíritu deportivo entraba dentro de nosotros y así animáramos a los compañeros de otras clases que corrían y se dejaban los pulmones por el honor del colegio. Así que perdimos un sábado por la mañana viendo correr a niños que o no conocía, o conocía y no me caían bien, o conocía y me pegaban, y teniendo que oír frases de chavales de doce años que se pensaban que eran comentarias deportivos profesionales: "a salido muy fuerte, pero se va a quemar pronto", "eso es el flato", "¿de qué te ha hecho tu madre el bocadillo?, "solo un cao que tú tienes la boca muy grande".

Y por fin, cuando caía un solado de la hostia, nos tocó correr a nosotros. A mi categoría que era una que no escuché. A nuestras marcas, preparados, ya. Y corrí. Corrí cual gacela que sabe que morirá entre un montón de chicos que se lo tomaban en serio. Corrí como he corrido toda mi vida, sin ganas y sin prisas hasta que pensé, a tomar por culo y dejé de correr. Porque, seamos sincero, ¿qué coño estábamos haciendo? Corriendo por el honor de un colegio que no me gustaba con unos compañeros que no me caían bien a las ordenes de un profesor/a de gimnasia a quien odiaba. Así que como el joven airado que no sabía que era, me detuve en medio del recorrido


y ante la mirada sorprendida del profesor de gimnasia, empecé a andar. Un tranquilo paseo bajo el sol mientras a mi alrededor preadolescentes se deslomaban compitiendo entre ellos, llevando sus fuerzas al límite, vomitando en las lindes de la pista, esforzándose para contentar a unos adultos que nunca estarían contentos.

Que nadie me entienda mal, no era ni un héroe incomprendido, ni un visionario, ni un líder, ni un espartaco. Era un niño gordo y vago que odiaba correr y que le dijeran qué tenía que hacer. Así que el resto de la trepidante carrera la hice andando al lado de otro gordo con gafas de otro colegio en el que encontré un alma afín y teniendo que soportar los gritos del profesor de gimnasia que se dedicaba a compararme con una niña e intentar apelar a la vergüenza o al orgullo. Y como de uno y de otro voy escaso, con la calma llegué antepenúltimo y descansado.

Y recibí mi primer y último diploma a la participación. Bocadillo y para casa.

Y no volví a correr.

Si no contamos, claro, las clases de educación física del instituto, el autobús que se pierde, una lluvia traicionera, un asesino en serie, una horda de


Una de las escenas que de chiquito más me gustaban de 
El sentido de la vida de los Monty Phyton.
Vete a saber tú porqué.


zombis atropófagos, ancianas encantadoras que quieren saber si conoces a un tal Jesús, llamadas a interfonos a las tres de la mañana o matón que te espera a las cinco y con un poco de suerte llegarás antes a casa de tu abuela que él con una hostia.

domingo, 21 de octubre de 2012

Vuelta...

... al trabajo. La semana de descanso se acaba hoy y a partir de mañana vuelta a estar entre cajas, libros, clientes y albaranes. Y mientras cae la lluvia, los gatos se mojan y dejan llenas de pisaditas la casa, pienso qué han dado de sí estas vacaciones.

Primero, y más importante, conocer en persona a Lucia, ex-librera sexi, escritora con límite de hoja, hermosa muchacha de amplia sonrisa, mejor persona, bloguera veterana (en mis primeros balbuceos en este mundo hace casi cinco años llegué sin saber cómo a su blog y allí me quedé) y editora sexi de Automática Editorial, una editorial nacida este año y que poco a poco, sin ruido, pero sin pausa se va a ir convirtiendo en una de las imprescindibles. Quedada en Plaça Universitat, una hamburguesa de buey para comer, resistencia a la coca-cola y larga conversación de libros, librerías, editoriales y lecturas. Resulta extraño, tierno, desconcertante y cotidiano ver por primera vez a una persona a la que se ha leído desde hace cuatro, casi cinco, años y a la que se conoce y desconoce por partes iguales. Es como la imaginaba, dice mucho las palabras gin-tonic en la conversación y tiene una de esas sonrisas por las que se crean y descrean los imperios.

Y en exclusiva porque aun no ha salido publicado, me pasa un ejemplar de esto:

La estupenda portada es obra de Natalia Zaratiegui

Extraordinaria novela sobre el absurdo de la vida, las personas y las convicciones. Divertida, sin ser una novela cómica. Llena de historia de familias, sin ser una de esas plúmbeas novelas de sagas familiares. Muchos espías, pero no es novela de espionaje. Mucho amor, pero no es novela romántica. Cine pornográfico experimental, pero no es literatura erótica. Novela repleta de grandes momentos y personajes que rebosa ironía y humor, un sentido lúdico del absurdo cotidiano pese a lo mucho que este hiera y una extraña dignidad ante el silencio del mundo, de la noche y de la naturaleza. Y recuerda a Quenau, a Vian, a Chapman y Cleese sin ser nada de todo eso. Una novela con la que uno se ríe para dolerse a la página siguiente. Pero no digo más... hacedme la confianza y leer La isla de Hobson; introducirse en el juego de Stefan Themerson sin saber mucho y dejarse sorprender página a página a página a página.

Sin dudarlo, de lo mejor leído este año.

Segundo, móvil nuevo que tiene eso de las fotos y del guasap ese de los jóvenes. Es bonico, pero tanto pipipi me pone algo nervioso, la verdad.

- Tampoco tanto que nadie te escribe.
- Es verdaaaaaad, nadie me escribe.
- Porque nadie te quiere.
- Nadie me quiere.
- Mejor será que saltes por esa ventana.
- Como que paso que me puedo hacer daño.
- ...
- ...
- Esto ha sido un momento muy malo y vergonzoso. Pide disculpas a tus lectores.
- Lo siento.

Tercero, haber conseguido viejos ejemplares de baratillo de las novelas de Conan; en los próximos días me espera un maravilloso festival de fantasía clásica llena de monstruos  violencia y muchachas ligeras de ropa a punto de ser sacrificadas a dioses oscuros.. Ains, qué ganas. Al igual que una novela de Rodolfo Martínez que reúne a Sherlock Holmes y Lovecraft. Un par de novelas juveniles de aventuras. Y la primera temporada de Buffy Cazavampiros, una de mis musas por humor, sano homenaje a la serie B y la siempre agradecida imagen de chica mona pateando el culo a un monstruo. 


Cuarto, certificar de una vez por todas que los frutos secos me sientan mal después de la ingesta del lunes por la noche en la partida de rol y la descomposición estomacal que me ha acompañado durante tres días. Así que los frutos secos se une a la lista de "cosas que antes hacía y ahora no hago" y hace compañía a fumar, beber alcohol, hacer caras sexis (es broma A., esto no lo dejaré de hacer nunca), dejar jugar con cuchillos a los niños, apostar en las peleas de abuelas en el barro, ver cine español e ir predicando por las calles los peligros de la ley de la gravedad, la inexistencia de ese concepto y cómo nos dejamos dominar por un listo con peluca. Antes de la invención de la gravedad, el ser humano era más libre.

Quinto, dormir un día hasta casi las diez.

Sexto, pasear, escribir menos de lo que pretendía y pensar mucho en mi próxima partida de rol a la que tengo ganas para putear y putear y putear.

Séptimo, más cosas que recuerdo, pero me guardo. Otras que he olvidado. El sueño en los bombardeos de Londres de la segunda guerra mundial. Tener que explicarle a Niño Lobo quién es Predator porque en el colegio no enseñan nada sobre monstruos cinematográficos de los ochenta (no sé donde vamos a llegar), mucha gilipollez de gilipollas con poder y que una semana de no hacer nada se hace muy corta.

sábado, 20 de octubre de 2012

Lecturas

De mayor quiero ser este librero.

viernes, 19 de octubre de 2012

mátalos suavemente

El jueves se está convirtiendo en día de cine. Después de una larga temporada de sequía cinematográfica, regreso a la maravillosa rutina de perderme en una sala y tragar lo que me pongan. Y ayer tocó gran película basada en una gran novela.


Ambas me han gustado mucho. Primero, género negro. No película de detectives, o género criminal, o historia de ladrones y serenos, o señora haciendo calceta adivina quien asesinó al viejo coronela de la India con estricnina. Es género negro, con su historia de criminalidad, pero su enorme poso de reflexión/crítica/sátira del momento. La desmitificación del mundo criminal reconvertidos en otra gran corporación más manipuladora y corrupta incapaz de tomar decisiones. Enormes diálogos en la novela y buena transcripción de estos en la película. Personajes bien perfilados con cuatro líneas, creíbles, cercanos y molestos. Un elenco de actores que funciona muy bien y que dotan de humanidad la película (a Brad Pitt solo me lo creo cuando va sucio, Gandolfini está enorme y asqueroso, Jenkins es perfecto como gestor y los dos pringados del atraco conmueven con su patetismo) construyen una solida historia que no es más que un retrato de esta crisis que nos han metido doblada desde arriba.

Violenta, explicada con mucha calma, socarrona... y una buena y cínica una banda sonora.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Retorno al pasado

El visionado el pasado domingo de Retorno al pasado me lleva a tres conclusiones.

1. Pero cómo me gusta el cine negro clásico.

2. Pero cómo me gusta el cine de Jacques Tourneaur.

3. Pero cómo me gustan las malas que meten al detective en problemas.


La película es una maravilla oscura, densa y pesimista. Creo que aparece una de las malas más malas del cine negro (ni una verdad sale por su boca) y ver a Robert Mitchum estólido y sin poder girar el cuello siempre es agradecido. Una fotografía excelente y un montón de frases duras en bocas de tipos más duros todavía que se convierten en corderitos degollados por unos ojos bonitos.

martes, 16 de octubre de 2012

Me gusta la samba

Maria Rita
Samba meu O homem falou

domingo, 14 de octubre de 2012

Y ha sido un buen día...

Ayer en la tienda una señora me llamó desagradable, borde, antipático y con una evidente falta de empatía hacia el cliente. Todo porque un libro que tenía pedido, no ha llegado porque el distribuidor no tiene. Y lo pide a editorial, y la editorial no tiene porque están esperando devoluciones. Y nos lo dejan pendiente diciendo, en cuanto tenga, lo enviamos. Y por un malentendido, una señora acaba generalizando sobre mi vida, mi carácter y mi relación con los demás y diciendo que ya ha hablado de mi y de mis taras de carácter con más personas y todas están de acuerdo.

Pero ayer en la tienda una bibliotecaria me llamo crack y de los mejores libreros que conocía porque me pidió treinta libros buenos, bonitos y baratos para unos premios a usuarios fieles que habían organizado en la biblioteca. Al igual que un señor me dio las gracias por haberle recomendado La juguetería errante porque se río mucho y lo necesitaba. Y otra señora andaba contenta porque su hijo, que no leía nada, desde que le recomendé La cocina de los monstruos de los amigos Martín Piñol y Votric, devora libros y más libros y ahora entiende por qué leer es algo tan mágico.

Además, ayer era el último día antes de una semana de descanso donde voy a leer horas y horas, malcriar a los gatos, escribir, ir a ver a una editora sexi que fue librera sexi. El día que vi un vídeo donde un tipo se zumbaba a una muchacha por la nuca (él era médico y ella una mutante que le había salido una vagina en el cogote... una especia de versión algo retorcida de la nueva carne de Cronenberg. El final del corte con un pene saliendo de la boca es de los más bizarro e hilarante que he visto en las últimas 72 horas).

Y por la noche con A., Niño Lobo y Niña Zombi fuimos a cenar fuera después de muchas semanas y fue una cena agradable, rica y divertida para volver a casa y acabar de leer una buena novela.

Y ya en la cama, pensar qué curiosos somos que una sola frase de una desconocida a la que con seguridad no volveremos a ver, condiciona el estado de ánimo de todo un día que, bien pensado, ha sido muy bueno.

Sea como sea, vacaciones.

sábado, 13 de octubre de 2012

Una cinta amarilla

El western me hace feliz. ¿Qué es un género partidista, lleno de errores históricos, propagandístico y propenso a la idealización? Sí, ¿y qué? La poesía épica es lo mismo y nos maravillamos ante Hómero.

Y las películas de John Ford, más feliz todavía. Como con Hawks y Leone.

Imagino que se deberá a ese arte alquímico y único de contar las historias, la atención a los pequeños detalles, la complicidad de los actores y la complejidad de unos mundos en apariencia tan sencillos.

Todo esto viene a que ayer por la noche vimos La legión invencible (1949) título español innecesario y grandilocuente, mucho más hermoso es She wore a yellow ribbon del original. Parte central de la trilogía sobre la caballería, hermosa, elegíaca, triste. El tiempo de los grandes hombres se acaba y deja paso a la bravuconadas y chulerías de una nueva generación. Un territorio que roza lo mágico gracias a una fotografía portentosa. Casi un poema cinematográfico lleno de estampas prodigiosas el entierro del soldado, la caravana atravesando una tormenta o el monólogo de John Wayne ante la tumba de su esposa.

Es por este tipo de escenas por lo que uno quiere tanto a John Wayne

No le pidamos argumento a esta película, porque tiene poco. Y lo poco que tiene, no es muy interesante. El triángulo amoroso no funciona. El ritmo es desigual. La historia es algo errática y los personajes secundarios, de planos, desaparecen. Pero lo dicho, no me importa. Las estampas, los momentos aislados, el milagro de la construcción de algunas escenas y la interpretación triste y melancólica de John Wayne hacen el tercer visionado de anoche siga siendo un festín cinematográfico.

Y en un par de días nos ponemos con Rebeca.

martes, 9 de octubre de 2012

domingo, 7 de octubre de 2012

Día de campo

- Seremos unos veintisiete - dice A.
- ¡Veintisiete! - me horrorizo yo.
- Sí, tranquilo, son todos muy majos.
- Y los niños - apostilla Niño Lobo.
- Ah - digo - ¿pero los crío no van incluidos?
Y a A. le sale esa sonrisa que se le pone en su hermosa cara cuando me ve apurado por socializar.

Este pequeño diálogo surgió hace un par de días mientras cenábamos. A. me explicaba que este domingo (por hoy) se había organizado un comida campestre con las familias de los niños que van a la clase de Niña Zombi.
- Los padres y los niños, ¿vendrás no?
- Pero yo no soy padre - digo.
- Ya, pero no importa. ¿Vienes?
Claro que voy, pienso. Y solo pensarlo ya me entran los sudores. No soy que digamos muy sociable. ¡Qué demonios, seamos sinceros! No me gusta la gente. A. dice que lo que en verdad pasa es que sí que me gusta la gente, pero soy tímido. La verdad es que no me gusta y no sé socializar y me cuesta mantener una conversación y mis comentarios se reducen a asentir y a responder a todo lo que me dicen con quince segundos de retraso y busco el rincón más alejado y oscuro y me enfrento al mundo armado con un libro.

Pero para allá vamos que los miedos están para enfrentarse a ellos y si vencí mi claustrofobia haciéndome una resonancia...

- No lo hiciste, te pusiste a llorar como un político con conciencia rogando que te sacaran del tubo. Socorro, socorro, no puedo respirar voy a morir bua bua bua dame un chupete que me he hecho caquita.

... bueno, pero sí que me enfrenté a las películas de zombis y ya puedo verlas solo y sin que nadie me de la mano...

- Mentira. Zombi de Romero sigues sin poder verla y a cualquier parte que vas calculas las posibilidades de huida por si de repente se levantan los muertos.

Vale, vale, que no me enfrento a una mierda, vamos. Que mis miedos, miedos son y que se enfrente su puta madre.

- Ahora ya te reconozco.

Sea como sea he ido a esa comilona de padres que no conozco. El encuentro se había fijado en un primer momento a las diez de la mañana lo que motivó un motín a la voz de "y una mierda me levanto yo tan temprano" por lo que el encuentro final ha sido a las once de la mañana delante del hotel América, un hotel igualadino que ha conocido mejores tiempos y que ha sido testigo de los más sonados adulterios de la ciudad. Sea como sea, un montón de coches con sus respectivas personas y sus respectivos churumbeles pegando gritos y moviéndose y hablando entre ellos y yo como que hecho mano al móvil para evitar la interacción humana y recuerdo que no tengo móvil, bueno, sí que tengo lo que ocurre que el de A. se ha apagado y no quiere encenderse de nuevo y le he cedido el mío porque ella lo utiliza y para mí el móvil es algo que llevo en la mochila que danza de un lado para otro, total, que no tengo móvil y le pido a A. el suyo para hacer que whasapeo cuando no tengo washap de ese ni sé lo que es y total, que lo mío digno, no ha sido.

Montamos en los coches y salimos dirección merendero a los pies de la montaña de Montserrat. Un sitio bonito, con mucha gente lo que por primera vez me ha alegrado porque, seamos sincero, porque era de día y había críos rondando por todos lados, porque el sitio es perfecto para hacer un nuevo amigo.

Hola, me llamo Antoñito y mi cuchillo quiere conocerte muy a fondo.

Se prepara el pica-pica, A. desaparece entre la turba de niños y padres y me siento en un rincón para tomar cuatro ideas para el principio de Amor caníbal, la nueva novela de Claudia del Moral que tan gentilmente me ha pedido que edite. Sé que debería socializar, pero no me sale. No soy yo, son ellos. O al revés, que nunca me ha quedado claro. Total que va pasando el día y poco a poco y de forma tímida voy conociendo a alguien, me hacen un comentario, puedo enlazar dos frases seguidas y empiezo a conocer los nombres de las personas que me rodeaban. Todo iba más o menos bien solo empañado por la noticia de que tres padres han muerto en la zona barbacoas por culpa del calor, la sudoración y la ingesta masiva de cerveza. Su memoria será honrada y su cuerpo pasto de los carroñeros. Y la gente socializa y yo me dedico a escuchar. Se habla de coches y del camino que hay que tomar, de fútbol y el gin tónic se toma así y mi niño hace esto y el mío hace eso otro. Lo que se conoce como charla informal o socialización básica. Vamos, a eso no llego ni de coña.

Al acabar de comer, todo muy bueno, me he permitido un algo que hacía tiempo que quería hacer. Así que de forma discreta me he levantado y xino xano como quien se va a caminar para ayudar en la digestión y bajar la comida, me he perdido entre los árboles y subiendo subiendo he encontrado un rincón tranquilo donde me he bajado la bragueta y he echado una meada al aire libre. Pequeños placeres de ir al campo y regar con tus desechos orgánicos las plantas, la grava y devolver a la naturaleza parte de lo que eres y conecta con ella. Lástima del pequeño incidente con el típico duende irlandés que vive en Montserrat y que nos ha llevado a una agria discusión.

- Es que te has meado encima de mi hija.
- Perdona.
- ¡Y en el día de su boda!
- ¡Qué perdones, joder! Si la tuvieras señalizada.

Tras la indemnización correspondiente y las disculpas a la novia (ver foto superior) he vuelto donde estaba la gente que se han liado a jugar con una cuerda a tirar unos de un lado y otros por otro a ver cuántos niños se caían al suelo y se hacían daño. El equipo que menos bajas tuviera, ganaba. Luego a perseguirse y otro a robar pañuelos, no sé, actos sociales entre adultos y niños que no he acabado de entender. Así que me he retirado con un libro al lado de una fosa séptica a oler la mezcla de efluvios del campo con la mierda.

Al poco A. ha venido a buscarme y me ha dicho que hay quien se va y tienen sitio en el coche, así que salgo a velocidad de crucero y vuelvo a casa con las gatas. Perdón, con la gata y el gato porque hemos descubierto que Arya es Zarpa y tiene un par de cojones como una catedral. Cosas de mirar a los seres vivos a la cara.

Y ya está.

La prueba de que Jorge ha estado cerca de un campo.
En la foto: Un crío necesita ayuda para llevar unas porterías 
y Jorge pasando de ayudarle mientras se lo mira y piensa: pringado.
Para que luego digan que no es un villano.

viernes, 5 de octubre de 2012

miércoles, 3 de octubre de 2012

Un breve momento de conexión

Veo, veo, veo, veo y soy feliz... como decía aquella. Gracias al enorme corazón de Debora, la óptica que me atendió, y de la pena que le di por ir andando con los ojos achinados y en una absurda nebulosa de contornos difuminados, ya tengo gafas nuevas y el mundo vuelve a presentarse ante mí como lo que es: un lugar asqueroso con algunas cosas buenas. Veo y la mala leche de tres días de nubosidad variable desaparece y vuelvo a ser el mismo tipo malcarado de siempre.

Pero no quería hablar de esto, sino de un hecho cotidiano y nimio que me ha dado que pensar... poco, no demasiado y de forma superficial... vale, no he pensado nada es que no se me ocurría otra cosa de la que escribir. A. y Jordi ya se conoce la historia, pero intentaré ponerle detalles nuevos para que no se aburran.

Esto ocurrió el lunes por la mañana. Aun no tenía las gafas nuevas por lo que mi mundo era un continuo de manchas borrosas. Cosa extraña, estaba en el mostrador. Supongo que había ido a buscar unas impresiones o a llevar unos encargos. Sea como sea, no fue ni el destino ni la providencia lo que hizo que estuviera allí cuando ella entró en la tienda.

Imagino que era una muchacha joven y atractiva aunque para mí solo era una figura borrosa y sin contornos. De cabello rubio aunque bien podría ser pelirrojo claro. Piel pálida o máscara. Tímida y con un punto de inseguridad que imagino que a alguno tipos les pone. En verdad, no sé como era, solo intuirla, pero con los milagros que hace el potochop cualquiera se fía. Hasta podría ser un tío.


Le doy los buenos días y le pregunto qué quiere. Ella hace algo con las manos y los contornos que configuran su cara se mueven. Busca un libro. Le digo que ha ido al sitio apropiado y pienso que debo dejar de decir esa frase. Me pide el libro, se lo busco, lo encuentro y se lo llevo. Ella con algo que parece una sonrisa, confirma que es el libro que busca. Lo paso por la caja y le digo el precio. Ella busca en su bolso y de repente...

Un extraño silencio. Uno de esos silencios que se palpan y se siente. Que están vivos y si tuviéramos mayor espectro de visión los veríamos aparecer entre dos personas, bajarse los pantalones y decirnos, ¿y ahora qué?

Nos miramos a los ojos. ¿Qué había pasado?


Un gilipollas interrumpiendo y poniendo fotitos que no vienen al caso, eso es lo que ha pasado. Pero en la tienda no pasó un ángel porque lo hubiéramos detectado. Era algo más y no sabía qué. ¿Encontraba el precio demasiado? ¿Acababa de recordar que tenía el libro encargado en otra parte? ¿Ha encontrado un dedo humano dentro del bolso? ¿Tengo un moco reptante colgando de la nariz y estoy a punto de tragármelo? ¿Ella es acaso la hija del ganadero de Tijuana que juró vengarse por lo que sucedió en aquel fin de semana memorable que empezó con la frase, no mama, si hoy no salgo? ¿Tensión sexual unidireccional no resuelta?

No. Porque al momento lo entendí. Un olor fuerte, acre y algo nauseabundo emergió de los abismos hasta mis fosas nasales. Un pestazo que se desprendía de ella y se dirigía hacia mí.


No dejábamos de mirarnos a los ojos aunque creo que yo la miraba más a la ceja porque me costaba enfocar. Yo sabía que ella se había cuescado. Ella sabía que yo lo sabía. Y yo sabía que ella sabía que yo lo sabía. El olor era cada vez más fuerte y nausebundo. Se colaba por mis fosas nasales y transmitía falsos recuerdos de fosas comunes, animales en descomposición y desechos químicos en mal estado a mi maltrecho cerebro. Empezaron a picarme los ojos y un par de palomas y un albatros murieron al sobrevolar el mostrador.

Pero no mostré ni una emoción. Mi rostro se convirtió en esa máscara de estolidez aprendida en tantos spaguettis-westerns y en la figura de Robert Mitchum con un cigarrillo atravesado y agarrando una pistola. Creí intuir una mirada en ella que decía algo como, no digas nada, por favor. Acabamos la transacción comercial y ella salió con gran dignidad de la tienda y yo me quedé con su recuerdo.

¿Por qué pasó esto? ¿Acaso se repetía aquella historia del tipo que se tiró un pedo en mi cara y se rió? No lo creo. Creo que en este caso se debió más a la relajación del esfinter. A un momento de armonía entre el cuerpo y el entorno donde el primero se relaja y pasa lo que pasa. Algo natural, lo sé, pero que por un momento conectó a dos desconocidos en un silencio incómodo. Y en una sociedad cada vez más materialista, pasiva e inhumana, estos pequeños momentos de conexión se deben valorar.