lunes, 18 de junio de 2012

Prohibido

Primer día de las vacaciones, pero hoy no quería hablar de eso.

En casa tenemos pocas prohibiciones. Las típicas de no saltar con cuchillos encima de tu hermana, cualquier canción de Shakira o Carlos Baute, no se habla con la boca llena (esta se la suelen saltar sí o sí), los incendios en casa del vecino, no se permiten himnos de cualquier tipo y nada de abrazos, besos o cariñitos a Jorge (también se la suelen saltar). Ni A. ni yo somos de ir prohibiendo por aquí o por allá (no hay genes inquisidores en nuestro ADN), pero en los últimos tiempos me he visto obligado a imponer una nueva prohibición a grito de "a partir de hoy". ¿El qué?

Desde hace una semana está prohibido jugar al memori en casa.

Bueno, al identic, pero para el caso es lo mismo.
Y no es de transportes, sino de animales.

Ya sabéis qué es así que no me lo hagáis explicar.

- Yo no sé qué es...
- Pues es un juego de tarjetas que consiste en buscar parejas. En principio está muy indicado para niños porque refuerza la concentración, la memoria visual, la coordinación ojo mano y muchas de esas cosas que los listos dicen que son útiles.
- Ah, vale. Parece divertido... ¿por qué los has prohibido?

Porque mientras que en otros juegos (Cluedo con boda incluida, cuatro en rayas, el UNO, etc.) se establece entre Niño Lobo y Niña Zombi hay una sana competitividad con  muchas risas y complicidad que a A. le provoca esa sonrisa orgullosa de madre y a mí arcadas de sobredosis de azucar, el memori convierte a los niños en émulos de Robert de Niro y Joe Pesci en Casino.

- Y luego vamos a ver Los increíbles, ¿vale Niña Zombi?
- Vale, pero primero 101 dálmatas.

Sus partidas de memori empiezan con la colocación de las fichas por el suelo o la mesa y llenas de risas y miradas y ganas de pasarlo bien, pero en el momento en que empiezan a volverse los cartones y aparece una ballena y un zorro, un gato y un pájaro, otra ballena y un cerdo, una ballena y la otra ballena, que los ojos se achinan, los dientes chirrían, el sudor empieza a deslizarse por las mejillas y todo acaba entre gritos y


y sin música de Ennio Morricone de fondo, un duelo no es lo mismo.

Así que por el bien de la convivencia en el piso, A. y yo decidimos que el juego del memori se había acabado. Nada de buscar parejas, nada de memoria visual a no ser que lo supervise algún licenciado en Quantico. Que jueguen a otras cosas, pero nada de buscar parejas. No creo que podamos soportar otra sesión de gritos de haces trampas, no mires, esa la he encontrado yo. El memori desata lo peor de los niños, los transforma en monstruos sedientos de la humillación del contrincante. No es la competitividad del que gana al otro, el respeto por la persona que tienes delante y la voluntad de hacerlo mejor. No, es hundir al otro en la miseria, mearse en sus cuencas vacías y que la humillación perviva durante generaciones y manche a los descendientes. Que el no haber encontrado el otro perrito sea la vergüenza oculta de la saga familiar y acaben los dioses pidiendo explicaciones. 

4 comentarios:

Lola Alted dijo...

Pues bien que hacéis en prohibirlo. Yo tenía un juego parecido y mi hermana miró por debajo de la mesa (que era de cristal) y yo le estampé la caja en la cabeza. Es un juego muy peligroso.

Jorge dijo...

Es un juego que lo carga el diablo.

Mara Oliver dijo...

XD
es uno de mis favoritos, jejeje, por tooodo lo que has dicho, :D
jugarán a escondidas :P va a ser peor, los vais a hacer adictos!!!

Veritas dijo...

Pues es una lástima, pero en cada casa hay juegos que sacar lo peor de nosotros. En la mía, siempre que esté mi tía pequeña presente, está prohibido jugar al Monopoly...

Besotes y que tengas muy buenas vacaciones ^^