domingo, 1 de septiembre de 2013

Entre otras cosas...

... estos quince días hubo una fiesta mayor. Y si el concepto fiesta de por sí ya me parece horrible, si al lado le pones un "mayor" me provoca rictus, dolores, cansancio y mal humor. Sobre todo porque vivo en el centro de la ciudad, en el meollo, en el propio cogollo con todo lo que supone de música, lugar de paso, cercavilas, conciertos, pseudocantautores, karaokes populares, diables, borrachos, cantantes improvisados, el estridente y molesto sonido de las grallas a las ocho de la mañana y a las dos de la noche y la alegría popular de una semana de celebraciones. A A. y los nenes les encanta la algarabía y el jaleo. En cambio, un servidor en algunas ocasiones solo soñaba con tener un par de pistolas de esas tan chulas con cargadores infinitos que salen en las películas de Hong Kong.

... ha empezado la temporada de texto de verdad y ya he recibido la primera amenaza.
- Como no me traigas el libro antes de que empiece el curso te acordarás de mí, ¿me oyes? Te acordarás.
Y es que no llevar un cuadernito el primer día de P3 marca a cualquiera para toda la vida. Es un estigma que el pobre crío no podrá quitarse de encima y lo perseguirá siempre. Nada de una buena carrera, nada de conocer el amor verdadero más allá de la barra del bar y una mamada de tres euros. No llevar el cuadernito de lectoescritura del tercer trimestre el primer día de clase convierte a cualquiera de forma inmediata en un fracasado con muchas posibilidades de no aprender a atarse el botón de los pantalones en la puta vida.

... se me ha caído el teléfono móvil al suelo y se ha roto. Y, oye, qué descanso más grande es no estar conectado todo el santo día.

... uno de los gatos se cayó por el balcón de casa. Unos doce metros. ¿Resultado? Una pata rota, un poco de daño en el morro y un susto para todos del cagarse. Veterinarios, operaciones, carreras. Al final, el gato bien. Roba, abusa y mangonea como siempre.

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